19 agosto 2009

"Ser" o "estar" de viaje...

Nuestra vida pasa. Mientras pasa la vivimos.
Pero no hay nada peor que dejar que pase
sin darnos cuenta que la estamos viviendo.

Este fin de semana estuve de viaje. Me fui a Mendoza.
Ya había estado allá hace 2 años, no pasó mucho
tiempo y sin embargo, ahora, todo era
distinto. Principalmente, yo era distinta.
La invitación me llegó como un regalo que le adjudico a la casualidad. Algunos, en cambio, le llaman suerte. Otros, con los que yo comulgo, lo describen como estar en el lugar indicado, en el momento indicado y cruzarse con la persona indicada. Así se abre el juego de la vida, son oportunidades a las cuales uno decide darles cabida o no. Uno decide, uno elije. Uno construye.

Qué lindo es ir de viaje, no? Qué bueno está hacer kilómetros y kilómetros mientras escuchamos buena música o nos encontramos en una profunda charla existencial entre amigos. Cuando viajo siento que se libera el alma. Cuando veo paisajes, ciudades y personajes a lo que no acostumbro, reacciona mi mente y recuerdo que hay mucho más mundo más allá del mío.

Pretendo eso, compartir lo que siento al estar de viaje. Porque es una forma de estar en el mundo. Una manera diferente a la que estamos "rutinizados". Cuando viajamos, nuestra percepción se agudiza, nuestra atención se vuelve más eficiente y estamos alertas a todo lo que sucede alrededor. Estamos más sensibles a los estímulos, a las "oportunidades" que perciben nuestros sentidos al interactuar el mundo interior con el exterior.

Si pudiéramos dejar de "estar" para "ser de viaje" todos los días, nuestra vida cotidiana tendría otro sabor. Estaríamos más estimulados. Daríamos mayor importancia a las "casualidades" o a eso que sucede cuando estamos en el lugar indicado, en el momento indicado y con la persona indicada.

Algo que muchas veces, dejamos debajo de las tareas diarias.