Me alegra que esta Ley haya movilizado a la sociedad alrededor del debate de la Institución de la Familia. Parecía que nos habíamos olvidado lo que significaba esa palabra. La importancia que tiene para todos. De repente, todos salían a la calle a defenderla, ya sea con una unión homo o hetera, pero defendiéndola al fin… Que bárbaro, no? Pensar que hace rato que nos dedicamos a destruirla, con separaciones, violencias y egoísmos, dejando que los chicos se eduquen solos o peor aún, con la televisión. Pero hoy, nos acordamos que había una Institución que se llamaba Familia.
Nos dejó en evidencia como Sociedad Civil. Nos desnudó frente a la verdad que la agenda-setting (lo que los medios dicen y cómo lo dicen) determina nuestras conversaciones y centros de interés. Nos demostró que hablamos sin fundamentos, desde las emociones y el sentido común. Que reaccionamos desde las pasiones, que estamos poco formados y somos incapaces de dialogar. Que para que nos escuchen tapamos la boca y para acentuar nuestra opinión anulamos la ajena. Que seguimos pensando en dicotomías.
Pareciera que esta ley forma parte de un proyecto Nacional para erradicar la pobreza y los niños en situación de abandono. Algunos sostienen que con un mayor porcentaje de matrimonios, aumentan las posibilidades de adopción y de salida de los reformatorios o de la tutela judicial como sí los principales beneficiarios fueran los niños.
También dejó en evidencia que cuando el Senado quiere, puede transformar un Proyecto en Ley en menos de tres meses. Se ve que nuestro Poder Legislativo sigue funcionando pero se trata de una cuestión de ganas y del interés. Ahí estaban todos, dispuestos a pasar largas horas en debate con tal de conseguir la igualdad de derechos.
Ojalá fuéramos el Primer País de América Latina en hacer reformas que respondan a igualdades que están pendientes hace tiempo. Hay una gran deuda social que reclama soluciones hace tiempo. Creo que esto este revuelo en torno a la nueva Ley es parte de un mecanismo de distracción a la opinión pública, a partir de un debate banal y superficial de un tema que claramente produce opiniones encontradas. El discurso oficial deja en evidencia su Estrategia de separar, enfrentar y debilitar el pueblo. Como recomienda Maquiavelo, “Divide y reinarás”.