26 octubre 2009

"El pozo negro de nunca jamás..."

Como varios ya saben, el viernes 23 de octubre pasó por Córdoba una tormenta de tierra que me dio la sensación de un huracán. Parecía que nos llevaba a todos, no se veía más allá de un metro de distancia. En mi caso particular, el fugaz remolino de viento y tierra me agarró en medio del Parque Sarmiento y tenía que llegar a casa. Pensé que se venía una catástrofe devastadora, creí que empezaban a volar los autos… (Reconozco mi dosis de exageración).

El sábado a la mañana me levanté de repente y asustada. Evidentemente quedé sugestionada, mientras dormía un tsunami arrasaba la ciudad y se llevaba a muchas personas queridas, mientras yo miraba por la ventana. Cuando me levanté la busqué a mi mamá y le dí un abrazo. Ella, era una de las víctimas. Se preguntarán a donde me dirijo con esta pequeña introducción. A pesar de estar realmente aterrada por las consecuencias que van a venir a causa de las catástrofes naturales, no es de eso de lo que voy hablar en este post.

El tsunami de mi sueño, el "casi huracán" real, me hicieron pensar en algo.
¿A dónde van todas las cosas que no hacemos? Se las llevan los vientos fuertes en el ojo del remolino o las envuelve el tsunami. ¿Dónde se escuchan esas palabras que no dijimos en el momento indicado? ¿Dónde quedan los proyectos que nunca ejecutamos por falta de voluntad? ¿Qué reloj contabiliza el tiempo perdido por fiaca? ¿A dónde van a parar esas cosas que perdimos y nunca volvimos a encontrar? ¿A dónde vive la persona que alguna vez fuimos y por algún motivo quisimos ignorar? ¿A quién le llegan los abrazos que no dimos a tiempo? ¿Dónde se vuelcan las tazas de café que no tomamos en esas sobremesas? ¿Quién cumple la promesa de un futuro encuentro? ¿Quién recibe ese llamado de cumpleaños que dejamos para más tarde?

No sé a donde van ni a dónde terminan, lo que estoy segura es que no lo recuperamos. Algo que no se hizo en el momento, se fue. Ya no está. No intento enviar un mensaje apocalíptico ni mucho menos. Todo esto me dejó pensando que es de un segundo para otro cuando todo cambia. Basta menos de un minuto para que los momentos se esfumen, las personas se vayan y los tiempos corran. El pasado está repleto de posibilidades que no fueron y el futuro, se alimenta de miles potenciales.

No planteo un exitismo del hoy, ya y ahora sino que intento reflexionar sobre la importancia de valorar lo que tenemos y somos en este contexto concreto. No estar planificando sobre un mañana que va a ser mejor ni pensar que el pasado hubiese tenido mil formas distintas si hubiésemos actuado de otra manera. Hay que mirar lo que tenemos hoy y ser lo más eficientes con nuestra vida. Administramos empresas, negocios, sabemos planificar y gestionar cualquier tipo de proyecto, y nos olvidamos de ese del cual somos únicos dueños. Mientras los vientos y tormentas arrasan con todo, nosotros miramos las consecuencias desde la ventana.

La idea es evitar que un tsunami o un huracán nos sorprendan y nos angustien. Tenemos que estar preparados para que nos encuentren sin ataduras, sin cuentas pendientes, sin una lista interminable de to-do. Cuando nos empuje un viento fuerte tenemos que enfrentarlo con la tranquilidad de saber que puede soplar todo lo que quiera porque no hay nada que pueda llevarse al pozo negro de nunca jamás.

- Nicholas Murray Butler -

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